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  • Foto del escritorGloria Beatriz

¡Quiero escuchar! ¡Quiero conversar!


En estos días me ha sido tan difícil escribir. El pan de cada día en estas semanas ha sido el paro y esta situación tan crítica que estamos viviendo. Al abrir las noticias, un periódico o nuestras conversaciones por teléfono y los chats, el único tema es la indignación, los bloqueos, el odio, la polarización, la lucha y la violencia.


Tal vez la depresión y este dolor de patria me han dejado en silencio y pienso como poder hablar sin lograr los antagonismos y he preferido por mucho tiempo callar, pero he llorado frente al televisor y he acompañado a mis hijas con sus lágrimas y sus gritos de justicia y siento que es momento de escuchar, no de hablar y después conversar.


En mi familia se vivió toda la crisis de los inicios del paro con el temor y el COVID. Mi hija mayor vive con mi madre y después de una crisis familiar y discusiones, ella desistió de su derecho a salir a las calles por proteger la salud de la abuela, pero eso no la ha callado. Mi otra hija vive en Bogotá y su respuesta, a mi preocupación de salir a las calles fue la siguiente: “Mami sé que no estás de acuerdo, y no quiero que te angusties, pero estos son los tiempos que como juventud nos están tocando. Y tenemos dos opciones: quedarnos en casa o seguir con la vida. Como joven y mujer que cree en lo derechos de las personas y que está convencida de lo mal que lo ha hecho este gobierno, y de lo crítica que es la situación social de Colombia ¡Voy a salir a marchar! No me quedaré asustada en casa, porque las movilizaciones sociales nunca se pueden perder. Muchas de las muertes por COVID serían evitables si este gobierno lo hubiera hecho mejor, tuvieron un año para ampliar UCIs y mejorar el sistema de salud, pero se gastaron miles de millones de pesos en: publicidad, equipamiento del esmad, armamentos para la guerra, etc. No solo voy a salir a marchar en contra de la reforma tributaria, sino en contra de este gobierno negligente que ha agudizado la guerra, que ha sido indolente con las víctimas y con los niños, que no le ha apostado a la igualdad. Voy a salir a marchar porque nosotros los jóvenes tengamos un mejor futuro… Yo sí creo que salir a marchar haga la diferencia, prefiero salir a intentar cambiar las cosas que quedarme en casa esperando que cambien solas, o esperando a que estos gobernantes sigan aprovechándose del poder. Siempre se corren riesgos. Tu salías a marchar en la época más violenta de este país y eso no te detuvo. El COVID tampoco me va a detener a mí”. Fue así como mi hija me dejó sin palabras. Sus argumentos me trajeron los recuerdos de los tiempos de universidad, la lucha por los derechos humanos y la séptima papeleta, en unos años llenos de guerra, dolor y muerte.


Todo esto para decirles a los jóvenes que están en las calles que quiero escucharlos y no juzgarlos. Quiero conocer sus propuestas, sus líderes, sus dolores, sus angustias, que esta democracia necesita su voz. Creo en el ímpetu de la juventud, en sus corazones que están llenos de dolor, frustración y sueños. Es el momento de dialogar, de negociar, de escuchar a los jóvenes que salen cada día a las calles con sus tambores, su voz y sus bailes, a decir que ya no pueden estar más callados y que necesitan un cambio. Ahora la pregunta es ¿Cómo podemos dialogar con los que piensan distinto? Cada desacuerdo parece una batalla entre bien y el mal. No se crean puentes, sino abismos que separan a los que están de nuestro lado y los otros.


Algunos nos retiramos del debate y guardamos silencio por miedo, por jartera, porque las cosas no avanzan. Adicionalmente, se puede dar una sanción social y la posibilidad de ser encasillado en la izquierda o la derecha.


Según Guadalupe Nogues, una experta en hablar con los que piensan distinto, podemos tener postura sin tener un discurso intolerante. Para buscar la mayor cantidad de voces. Se debe distinguir en qué creemos y cómo lo creemos, para poder expresar opiniones, sin que ello se convierta en lo que somos. Es en ese punto donde las conversaciones se vuelven posibles y se logran los acuerdos.


Se debe buscar el pluralismo para incluir el disenso y así lograr el consenso a través de escuchar. El punto esencial para llegar a dialogar es separar las ideas de las personas, porque las personas merecen respeto, las ideas tienen que ganárselas.


Tenemos un gran reto, el de poder escuchar y saber conversar en un país donde solo hemos aprendido a comunicarnos a través de la violencia. Se dice que del amor al odio hay un paso, ¿será posible que del odio al amor solo haya otro?








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